aventuramos estar más en el baile entre los lagos de los
patos: el de la bruma y la luna
el de las zanjas y mosquitos
hartos en sangre en sí
en media pampa del pueblo
no era la casa del amor
ni era la estancia blanca
ni era la noche en que anidaban las culebritas
era un estar el rato sin que ardiesen los carros
o las velas
un dejarse ser pacientes
como un nado
y era también la hora de los teros
y de toda criatura que amanece con lo rosa por lo bajo
y de toda criatura que camina por entre los tamariscos
caminamos
secos sin agua
raspándonos las uñas contra el borde de las
ozadas de los jabalíes que cuidado
pero ninguno de los dos corrió
ni oyó gruñido ni estocada ni algunos otros
caballos escapados
o
se quedan ahí sentados
apenas se embarran en la última charca de la tinta
pero siempre aparece alguna vieja
que hace ovillos con las madejas que sostiene
en los respaldos de sus sillas
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