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10 de febrero de 2005

14

Vine del mundo de las calaveritas y los saltos
(vos también soñaste anoche con un festín
de carne de hombre preparada con manzanas)
Pero hemos amanecido
ahora se huele la paz de las macetas,
voy a tocar la malva humedecida.

Todo dice: ¡esto es el día!
y responden: el aire en el pecho, un martillo,
un perro, la mujer que sacude almohadones.
Pronto van a chiflar los picaflores
esa canción maniática robada a las chicharras.
Las loras se cruzarán con las palomas
y en la costa, las gaviotas se remontarán
hasta donde les alcance la piola.

Cuando lleguemos el mar estará verde y la playa planchada.
Entre la espuma de la orilla voy a jugar
a que me duermo
como una almeja. Y después voy a correr al agua
como un pez que se ahoga.
Voy a ser un hombre lobo, de mar,
serio, lamentándose por la universalidad de los naufragios.
Y voy a usar una pluma que encuentre
para escribir en la orilla:
Esto es una pluma
caída del ala de un álamo.

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