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14 de diciembre de 2005

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Me llamo Rosa María Delfonte.
Siembro la muerte y el gemido.
No hago diferencia entre las carnes.
Tengo cuello de bronce amanecido
para la sangre. Bebo humo y aullido.
Gusto de cercenar pasos. De robar
padres y sobrinos. De segar a mi antojo
el destino de las hembras. Arranco
los reflejos del espejo como a un piel.
Soy la lluvia sobre un lago de silencio.
Sólo pararse frente a mí y verás.
Mi ojo es el sentido de este mundo.
Habito la cumbre de unas tierras.
donde el otoño es permanente y zumba
un grajo ciego en cada reja.
Sospechosas ráfagas de alientos aparecidos
me acarician las patas y las ruedas.
Mientras bebes vino yo espero tu regreso.
Tengo una infinita paciencia y nunca fallo.
Tarde o temprano llegara el paseante.
Y yo seguiré por siempre cada tarde,
y mañana y primavera oyendo
como un recuerdo a campanadas de ira.
Amo la piedra marcada por el puño.
Me hizo José Marzebo en el año
de mil quinientos nueve.
Esto es verdad.

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