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10 de enero de 2006

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Las mujeres nos miraban por los pechos
pasar la tarde en los jardines. El mármol
que saltaba de las fuentes de agua y mármol
los pechos fríos asomados por la hiedra, como espías.

Una hoja cae cuando otra hoja
rompe el capullo. No son arañas
las que trepan,
son una raza de gatos enanos con caras de langosta.
Es la plaga que trepa el brazo y come el ojo.
La plaga que cala la vista.
Vemos círculos negros en la sonrisa de la gente. Dientes cariados,
labios rotos fuera de nosotros, ropa descocida, ropa cortada a cuchillazos,
barba sobre el labio, pechos como lunas frías,
muñecos sin espadas.

Y ahora puedo empujarte el brazo.
Alejar tu tallo de envergadura de señora como un viento
cuando la niña duerme anestesiada por las enfermeras.
Blanca y pequeña como las hormigas muertas.
Blanca como las niñas momias en sus tules.
Y tu hombro es como un brazo sin corteza.
Un tallo pelado por un nene rabioso.
Un árbol desnudo de piel. Beso tu hombro.
Mi boca es una piedra blanda que se abre
como la boca de un pez que bebe.

La noche tiene pantalones rojos, hermana. De tanta sangre encima.
La noche tiene el pelo largo y sucio. Nadie la arregla con hebillas.
La noche es una cortina negra de palomas.

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