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10 de junio de 2006

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Hay
una hiena que marca el hueso
y lo disfruta. Es como irse
de la mano, como si fuese
hiena y diente tu mano
y la mía un palo blanco seco.
Ni carne ni beso al tendón de la lengua.
La risa en el cajoncito del muerto,
bordada de puntillas
cruzada de brazos, irresucitable
parece.
Lo que nunca, ahora que pasó,
pensaste,
va a pasarte y
esa no es mi palabra
es la corriente marina del golfo:
un poco igual te lleva, un poco
te ahoga acá mismo.
Cadáveres paseantes, eh? Va y viene, bonita.
Hombres sueltos. Te escuchaba
como a los aguaráguazu
llorar en la otra esquina.

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