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8 de noviembre de 2005

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No podemos reemplazar este mar donde nacen
esferas de cenizas.
No podemos reemplazar tranvías por cajones
ni beber de los charcos cuando la boca
es un nido con plumas.
¡Pero qué sucesión de infiernos!
Es como ver conejos dar a luz
calandrias
el quedarnos quietos mientras el mar
mientras el mar
y sin rozarnos las rodillas mientras contamos
los ciclos de la rompiente y de la manta:
ahora se la quita, ahora vuela, ahora cae sobre su propia base.

Estamos qietos como la piedra en las estatuas.
Como la piedra que también es hombre y que te mira.

Pero no podemos vivir un solo día largo y sin descanso.
Con sus días y tardes y sus noches como estaciones intermedias.
No podemos incluir un año en un este lunes que lo contenga,
para vivirlo de una vez
y librarnos de lo que nos junta
y escupirlo en el viento
y que ya
nunca vuelva.

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